Creo que lo más interesante de asistir a un festival como MÓRBIDO es la oportunidad—rara oportunidad, debería decir—de exponerse a filmes que pueden resultar tan peculiares, difíciles o simplemente raros o que no habría manera de verlos en otro lado. Por supuesto, mucha de esa libertad para arriesgarse viene no sólo de la ingenuidad de los directores—la mayoría de ellos jóvenes con poca experiencia—, sino de la falta de compromiso que viene de la mano, claro, con la falta de dinero. Ahora sí que se trabaja con lo que hay…
Tras una proyección tempranera de Ghost Theatre (Gekijô rei, 2015), el más reciente largometraje de Hideo Nakata, tuve la oportunidad de presentar O Diabo Mora Aqui (2015) en compañía de su productor, M. M. Izidoro—quien es además el responsable de la idea, aunque no el guionista de la película—. Si bien la anécdota se antoja ya algo manida—un grupo de jóvenes va a pasar el fin de semana en la finca de un amigo, en donde habrán de quedar a merced de fuerzas demoniacas—, la cinta resulta más que un mero ejercicio de realización gracias, en buena medida, a la manera en que el folclor y las consejas populares del Brasil le dan sustento e identidad a la trama: durante la ronda de preguntas y respuestas, Izidoro habría de recordar cómo las historias que de niño escuchaba de su abuela acabarían por formar la base de la historia, incluidas además por su interés en la historia de su país—Brasil fue el último país del mundo en abolir la esclavitud, según nos dijo—.
Impecablemente dirigida por Dante Vescio y Rodrigo Gasparini, la película sería producida en apenas quince días por $40,000 dólares, una hazaña que su productor atribuye a la meticulosa planeación del proyecto—y al hecho de que la finca, única locación de la película, pertenecía a la familia del asistente de dirección—.Y es que por algo aconsejan los manuales de guionismo que «escribas de lo que sabes». Más un drama intimista con tintes de thriller psicológico que una película de terror, el filme argentino Presagio echa mano de una estrategia similar: de acuerdo con su director, Matías Salinas, la cinta se rodó en su propio apartamento con la ayuda de un pequeño grupo de parientes y amigos, y con él mismo como director de fotografía—una decisión que, de acuerdo con Salinas, sería tanto artística como de presupuesto: más de la mitad de la película fue grabada con una pequeña cámara formato MiniDV—. La historia de un joven escritor que, atormentado por la muerte de su esposa y su pequeño hijo, comparte con su psiquiatra las visiones de una misteriosa figura que se oculta debajo de un paraguas, la película resultaría de hecho poco cinematográfica si no fuera por esas imágenes, sumamente expresivas y reveladoras del mundo interior del protagonista, y que compensan lo literario de esa voz en off que acompaña la trama, así como una situación que se antoja más bien teatral.
Claro, el bajo presupuesto es una constante en los festivales de género, incluso entre las películas que no podríamos llamar independientes. Fuera de cosas como Tale of Tales, una fastuosa producción dirigida por Mateo Garrone—Gomorrah, 2008—que, a pesar de lo colorida que es, termina resultando un tanto gris, el grueso de la oferta cinematográfica de este año en MÓRBIDO se compone de películas como la alucinante Bunny the Killer Thing o We Are Still Here, una de las cintas que más esperaba en el festival y que, sin embargo, terminó resultando una decepción. Protagonizada por Barbara Crampton—y presentada por su director, Ted Geoghegan—, se trata al fin y al cabo de una historia de fantasmas bastante convencional, más bien genérica—es una producción de Dark Sky Films—que abusa de los diálogos expositivos y en la que queda demostrado que un bajo presupuesto no equivale, o no necesariamente, a una mayor libertad para experimentar.
Entre las cosas de interés que ya no tuve oportunidad de ver se encontraba otra peli japonesa, Litchi Hikari Club—de Eisuke Naitô, quien se encuentra atendiendo el festival—, así como The Hallow y JeruZalem, que me dicen que estuvo bastante bien. También me quedé con ganas de ver Some Kind of Hate, de Adam Egypt Mortimer. ¿Los highlights del día? La proyección de Sleepwalkers presentada por el propio Mick Garris, en la que habló largo y tendido sobre su relación de trabajo con Stephen King y, sin duda, el concierto de Simon Boswell, a quien pueden ver aquí interpretando The Order of Death, original de PIL y rola emblemática de Hardware, de Richard Stanley, quien subió al escenario para contribuir con las vocales. This is what you want, this is what you get…
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