En su imprescindible ensayo sobre el género del horror, «Danse Macabre», Stephen King rememora el día en que comenzó para él «el verdadero terror»: el día en que, mientras se encontraba viendo la ahora clásica cinta de ciencia ficción Earth vs. the Flying Saucers (Fred F. Sears, 1956) en el Stratford Theater de la ciudad de Stratford, Connecticut, la función fue interrumpida por el gerente del cine para anunciar que los soviéticos habían logrado poner en órbita el primer satélite artificial, el «Spootnik»:
«… Absurdo como pueda parecer, Earth vs. the Flying Saucers se ha convertido en una simbólica declaración política. Tras su vulgar trama sobre invasores del espacio se descubre un avance de la guerra definitiva. Aquellos codiciosos y perversos monstruos que pilotean los platillos son en realidad los rusos; la destrucción del Monumento a Washington, del domo del Capitolio y de la Suprema Corte—representados con inquietante y gráfica verosimilitud por los efectos en stop-motion de Ray Harryhausen—se convierten en nada menos que la destrucción que uno esperaría en toda lógica cuando las bombas atómicas finalmente empezaran a volar…»
Y es que, de los siniestros «pod people» de The Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956) a la capacidad para la destrucción de la radioactiva bestia titular en Godzilla (Ishirô Honda, 1954), el cine de género en los años 50 habría de encarnar, de forma bastante literal, la conciencia de nuestra capacidad para la propia aniquilación—esos «monstruos del Ello» que amenazan a la tripulación de la nave C-57D en Forbidden Planet (Fred M. Wilcox, 1956).
Sobre el particular rostro que habría de adquirir lo monstruoso en el cine de horror y ciencia ficción de los 50 hablaremos en la segunda sesión de «El Monstruo de las Mil Caras: Fisonomías del Horror en el Cine», que tiene lugar hoy sábado 21 de marzo en Café Cultural Garko, en punto de las 11:00 Hrs.