SITGES Dia 02: De lo esoterico a la realidad

El cine de terror hecho en España ha dado mucho de qué hablar en los últimos años. De las películas de Guillermo del Toro producidas en la península —tanto las dirigidas por él mismo, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, como El orfanato o Los ojos de Julia— a cintas tan populares entre los aficionados al género como [REC], muchos de los mejores referentes del cine de género actual provienen de aquellos lares.

De alguna manera, una cinta como Intruders (Juan Carlos Fresnadillo, 2011) forma parte de esta tendencia. Nacido en Tenerife, Fresnadillo habría de darse a conocer con Esposados (1996), cortometraje nominado al Óscar y cuyo éxito lo llevaría a filmar Intactos (2001) —su debut en el largo— y, posteriormente, 28 Weeks Later (2007), secuela patrocinada por el propio Danny Boyle y que significaría su entrada al cine anglosajón. Con Intruders, cinta estelarizada por un ecléctico reparto que incluye lo mismo a Clive Owen que al actor español Daniel Brühl, el protagonista de Eva (2011), Fresnadillo parecería tratar de conciliar lo aprendido en el cine de Hollywood con sus raíces, y con sus obsesiones más personales: la historia de John (Owen) y su hija Mia (Ella Purnell), quien ha quedado imposibilitada para hablar tras convertirse en víctima de los ataques de una misteriosa entidad encapuchada conocida como Hollowface, hace eco no sólo de los más socorridos miedos de la niñez —el coco, o el monstruo del clóset—, sino que encarna también, en el semblante vacío de Hollowface, ese miedo a lo desconocido, a esos temores sin forma que constituyen la esencia y razón de ser del género.

Clive Owen en Intruders

El drama de John y su familia tiene su propio eco dentro de la película en la historia de Juan, un niño español que es visitado también por Hollowface y a quien ni la asistencia de un sacerdote ni la preocupación de su madre parecen poder ayudar. Es en este juego entre uno y otro niño en donde Fresnadillo, sin dejar de ser consciente de estar haciendo un filme de género, se permite no sólo rodar en su país natal, sino también iniciar una exploración personal que lo llevaría, en palabras del propio realizador, a confrontar su relación con sus padres y su propia niñez. «Creo que Hollywood desde el inicio, desde sus raíces, está buscando permanentemente ideas de fuera,» me dijo Fresnadillo tras la proyección de Intruders en SITGES. «Porque evidentemente las ideas se agotan, sobre todo cuando viven en un mundo tan cerrado como es aquél. Desde el principio, los cineastas europeos hemos ido a los Estados Unidos a hacer carrera, porque ellos están abiertos a conseguir un material nuevo, un material exportable y un material que básicamente genere industria».

Juna Carlos Fresnadillo y Nicolás Casariego

De esta manera, Fresnadillo se une al grupo de cineastas que, como Alejandro Amenábar o el propio del Toro, han llevado a Hollywood sus muy personales y particulares formas de ver el mundo. «Yo creo que hay toda una generación de cineastas latinos que está entroncando con esa demanda, con esa necesidad de Hollywood de estar abierto a nuevas ideas —concluye Fresnadillo—, y de alguna forma también conseguir que el cine de entretenimiento siga perviviendo con cierta personalidad».

Así, y al igual que habría de ocurrir con propuestas como La mujer del eternauta (Adán Aliaga, 2010) —un documental sobre la desaparición durante la dictadura militar argentina de Héctor Germán Oesterheld, guionista de la obra cumbre del cómic argentino, ‘El Eternauta’— o The Caller (Matthew Parkhill, 2011), thriller psicológico producido, por cuestiones de presupuesto, en Puerto Rico, quizás el mayor placer de un festival como SITGES sea, justamente, el de poder descubrir a los futuros astros de Hollywood antes que ellos mismos.